Verano 2001 Invierno 2002


La luce, Nápoles,
la sal de mis pulmones, la de mis dedos,
salada sal del mediterráneo.
Escribo y me contengo, contengo la tierra bajo mis pies.
Que abunde el color tierra virgen de una estepa y con mi pecho
viajar por árida vegetación y estrechos contornos de polvo, luz y serpiente.
Consternado a altas horas en la copa de una palmera o habitando
en la cima de una torre del Castel Sant´Elmo.
Y así, abigarrado, comenzar a tronar como el que pinta cenizas.
Desde este lugar violento quemo mis sueños.
Empecinado constructor de túneles, mimo salvaje que contempla
cómo el sol se hunde bajo la línea mar cielo.
Tú, que a veces te confundo conmigo, haz que claven
los sonidos de las máquinas, haz que el amarillento
humo de los faros alerte a las sirenas y que el
carmín sucio de tu labios se mezcle
con la sangre de todos los que aletean a la deriva.
El sabor del agua y ¿qué ensombrece la luna?
¿dónde está la tierra? ¿dónde?
.
.        .
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Palabras insignificantes, creo estar arrojando murciélagos.
Esas palabras animales, éstas palabras
"murciélagos" "arrojando" "palabras"
Inertes miembros: unos ojos cuya mirada
se agota en mancha invisible, corazón de cartón.
Palabras que yacen, no laten.
Palabras que agotan mi saliva, esas palabras,
estas manchas invisibles.
Habito el desorden que se extiende como la miel
impidiendo que pase el aire por mi garganta.
Donde se destruye el ruido, es ahí que
palabras"cartón" y "corazón" están en silencio.
Esas palabras, mi vientre,
este silencio que es mi vientre.
Ya no yo. Rotura. Scherzo impaciente.
Palabras insignificantes.
Un giro desaparece hiriente, agitado.
Era una alguien,
sería un alguien diciéndose algo.
Algo que alguien diría desaparece.
era entonces un desaparecer de alguien sería.
Palabra "tiempo", palabra "viento"
freno angosto palabra "triste".
Mecánico proceso un soplo de tiempo
y cuando frena ya no yo.
Rotura, un soplo de alivio, de fina superficie,
lineal, absoluta: palabra "palabra".




Como un recién nacido las palabras
se asientan vírgenes en la boca de mi pecho.
Es una aurora de cantos y danzas.
Manos que perforan humo y sed
Brazos que se arquean tras un giro
Dulce despertar que mis ojos recorren
el trayecto de la mirada.
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.        .
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Página rasa, me seca las manzanas y palidezco con mi brazo atado a
un poste, con mis ojos condenadamente abiertos. Tomar aire
dentro de un tronco que hueco sobresalía junto a una roca rosácea.
Santo ocupado reverbera emoción.
Los latidos me hacen temblar cuando quieto contengo una expresión congelada.
Cada palabra es un paso dado en el tiempo.
Devengo en palabras.
Envejezco pensando palabras.
.
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"Perenne", deliciosa palabra. Su padre
es el transcurrir de las estaciones.
Obnubilado yo, yo obtuso.
Se abre un círculo sobre mi pecho y espalda
y respiro gélido tránsito, vaporoso diluviar
Desnudo de grande ideas y de sublimes cohesiones.
En mi tierra no hay castillos.
Poco a poco, instante a instante brotan los musgos.
Demente un pantano.
Sibila rozó sus aguas, acarició hasta erizar su contorno
y las fluidez del agua tornose aspereza.
Lento y viejo lago vidrioso.
En un tono agudo se escribe el aire y su atmósfera se confunde
con el calor de la bruma.
Infinito interior
Infinito exterior.
Hombres nacidos del frío
no habléis todos a la vez.
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Suite nº2 violonchelo solo
Animadas libélulas tras la piel, aunando coraza,
forjando niebla.
Intensidad contenida cuando cuando atravesado trémulo quiebra oídos estómagos.
Ocupando un lugar, un bosquejo, gesto primero un cuerpo materia pesado.
Salud por mar.
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Soplo, soplo, soplo. Con "s" ...ssssssss soplo
porque pequeñas sentencias bostezaban cálidas.
Soplo y levanta el vuelo aquello que, lento, yacía.
Remover sujetos yacientes, puntos finales que
devienen puntos suspensivos. Nace la encrucijada,
de amplios senos, convaleciente a la espera de una bocanada de eses.
Criminal somnolencia que los párpados me cubren las rodillas,
nudos sin deshacer. De común acuerdo salvajes e inocentes ignorancias
disfrazadas de bella durmiente.
Sin porqués el beso de un príncipe hueco.
El camino que arrastra simas simiescas vueltas de espalda,
mas nada trágica la agnición del resucitado.
De aquí en adelante trémulos. Gestos indicativos.
Trombones que agitan la marcha, platillos que se hunden en estallido final.
Nadie ve los brazos de un imán.
Caracteres físicos, allá se disponen dispares,
que hundan colores quebrados y las líneas de sus manos
infieles y los cielos se escriben con las mismas mayúsculas
que un nuevo episodio.
Un número: 13544 y todo aquello que le corresponda.
 


En lo alto, allí se quejan amables. Hace frío y temblamos.
Se recubre un espesor para alimentarnos de aquello que sobra del propio cuerpo.
Bocabajo.
Saludo y rehuyo permanecer con la risa abierta.
Yugo ciprés, en lo alto, sales de plata.
Como en un trueque, fastidiosos,
deseando morir de risa o abrir plátanos.
Limitar la costa y en tierra soportar la brisa.
Viajero adiós armado hasta los dientes.
Frágiles entonamos una despedida.
Fervor animado, la fiesta gravita lacónica y enmascarados tosemos
a los astros, nos afligimos con nuestra pereza del día a día,
se marchitan las mujeres y el sol seca nuestra tierra.
En lo alto, callados, bebemos del junco la leche del toro, ideales.
¿Quién te conduciría? Nervioso y algo alejado.
Ya no, inocencia
y aquellos tesoros.
Maltrecho, las horas y mi piel muda, un aguijón helado una llama
de vapor, un sin color de vida que ahorca mi garganta.
Las horas que mi piel arrastra
un tic tac sombrío
una muerte lenta
una ilusión de hombre y 
mirada plácida, mansa,
¡me cuesta la vida!
.
.        .
.
Una nota alzada para ya no diferenciar dejar flotando esa alegría canalla.
Ciervos a la hora de comer o cuando se destapa un nuevo día.
Entonar cantos prístinos y salvajes; hoy nadie me devora.
Dicha y sosiego, aletargados, florecientes,
ruinas que se levantan ante amedrantados dioses,
anáfora de mi sangre, encorvados cuervos curvados.
Odiamos a nuestros profesores incluso fornicamos con sus palabras,
hijos bastardos que dan a luz a sus propios paredes.
Funesto muelle que redondea lápidas y agujerea prisiones franquistas,
campos de concentración donde mueren hermanos demasiado débiles.
Cañón y pólvora a las nueve horas de un mundo sano y amado por todos
los que hayan perdido sus os orejas.
Saludable aire que enriquece nuestros pulmones
y combate el cáncer que algún antepasado dejó para ti en su testamento.
Estas son nuestras flores de cada día.
Sólo faltan los ministros que abonen velando por lo común partido.
Cientos de minutos
honorable sable
cancionero baladí
estamos satisfechos de haber enterrado a Beethoven.