¿Cuántas olas rompen por minuto?
Poesía es no detenerse
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Me como el papel mientras sudo y mi frente resbala. Y así
la mañana se deslizó viciada y solamente silencioso fui.
De atmósfera palpable el mediodía hace que me entregue.
Ayer me traiciono y hoy me despisto.
Me como el papel mientras sudo y mi frente resbala.
Anímicamente de contraluz y hay viento si respiro.
Tú que te incomodas y buscas alimento,
panorámicamente no hay atajo ¿y yo?
Ingenuo decir.
Salpicaduras y aleteos. Verano febril.
Cristal, aparta, entre el sol y mi retiro,
millones de años viviré.
Aparta cristal.
Viviré.
Aparta.
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Ahondar.
Siempre hay noches bajo cualquier tierra.
Mis lugares, lentos, callados.
Mis hondanadas.
Sordo, sordo, sordo.
Soterrado mi humor, blanco y negro.
¡Y más lejano que mis pupilas!
¡Casi tanto como mis venas!
¡Lejos!
Sin intestinos, sin corazón.
Lejos!
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Hablamos de restos, posos, archipiélagos. De naufragios de poetas
y de lo que el tiempo nunca quiso devolvernos.
Cuando dirigimos la mirada al curso de lo habitual
rastreamos las oquedades y los fondos en tiniebla
y descubrimos qué es lo que habita sobre la tierra caliza.
Un grito ronco y viril que se desgarra,
el mundo desnudo a mis pies y mi vida colgada de un perchero.
No llores pequeño reptil, tu cola volverá a crecer.
Sí, mi conciencia siempre se encuentra un paso más
adelante, y en días que la marea está baja,
a través de la ventana dejo que se pierdan mis gestos,
imaginación de romanticón suicida.
Autodestierro. Sufres bajo la manta de tu cama y tus dientes
atraviesan varios pisos abajo. El narrador cayó,
seamos ciegos, que ardan las llamas de nuestros dedos.
"Unas veces" -repito- unas veces, algunas, la luna
aparecerá descubierta, mas no siempre.
Unas veces me toca sumergir la cabeza en un pozo
hasta tocar fondo. Y es entonces cuando mi lengua
tantea en busca de esa última gota.
A veces queremos morir desnudos
y que el viento meza nuestros corazones apagados.
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- Andante un poco mosso-
Sobre islas que se alzan en un mar de cautivos,
las señales de un hombre solitario, henchido en lágrimas.
No hay nostalgia sino páramos de hierro, plomo y grisalla.
Este hombre retozón, cuya mirada abarca lo insondable,
es cuerpo vibrante, espumoso, retráctil y humano.
De pies a cabeza respiran bandadas de olas
y su piel contiene el viento y la sal.
Sobre dos pies se alza el llanto que gime, balbucea y resopla.
Su voz acaricia la tierra áspera de la que nació
y se levantó con vista al frente.
Más allá significa dentro, muy dentro. Donde un murmullo
de tiempo rítmico marca el transcurrir. Nubes que pasan
y atraviesan el color del cielo.
Se repiten las notas, vibrantes, conmovedoras.
Se repite el mismo susurro de esa musa de corazón palpitante.
Dentro de las cuatro paredes atraviesan las líneas, rebotan,
tensas acuden a desgarrar su garganta. Ese hombre
que tiembla y se abandona a la muerte por momentos.
Al final sosiego, descansa sobre el lecho de una leve tormenta.
El arco se tensa.
El corazón de un hombre corre peligro.
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A. Dvorak. Cuarteto en Fa mayor.
Pena del desterrado que no recuerda su procedencia ¿De dónde demonios?
Preguntarse si la copa de un árbol conoce o no sus raíces.
La lluvia nunca caerá tan despacio...
Nunca un hombre saldrá del todo victorioso,
al igual que nunca se puede mentir completamente,
completamente nunca.
Me abro celoso granito acelerado.
Son salvajes las horas que nos rodean.
Darse a la fuga cuando gritas canalla me siento débil.
Hincha mis ojos de olor de lluvia
y no dejes de mirarme.
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Muchas veces ha sido a causa del oleaje contínuo que empujaba mi cuerpo,
se mezclan mis lágrimas con el agua marina y ya no hay forma de diferenciar.
He llegado hasta aquí de la misma manera, confundiendo pantanos con océanos
y descubriendo de nuevo un sabor amargo, una triste melodía, un proceder incomprendido,
un maraña de dobles filos, un vendaval de polvo y guijarros.
Este es el momento anterior al sobreponerse. Ahora es cuando todo
parece desaparecer. Ahora más que nunca me es más difícil
continuar escribiendo, cuando parece que es inútil todo movimiento,
todo sentido del decir entre las horas,
entre la embriaguez de un par de notas.
Las cadencias me ahogan y todo lo que podría ser contado
lo es para unos oídos sordos y ciegos, y más ciegos que sordos.
Detesto la paráfrasis que aspira a benevolencia
y siento como hermana a la noche del náufrago,
a la noche del que ha perdido toda su fortuna.
Un paso tras otro y bajo la mirada.
Sólo una gota puede caer en el agua.
Sólo yo me destierro a donde nadie.
Porque la sombra dibuja sin nombres,
desde hace tiempo he venido presintiendo:
cerrar el círculo sólo puede significar
de nuevo una y otra vez.