Otoño Invierno 2002


Una bestia sorda y húmeda me llueve a lo largo de todas mis raíces.

Un poco de plomo o de azul óxido para un cristal que turbio

deja ver un poco de cielo.

Me ondulo y mis pasos son esguinces.

Temo que mis manos se pierdan al cerrar mis ojos,

este frío

esta nube helada

oídos que gritan

yo que me quedo

tonto.

Voy con la lluvia a cuestas, centinela coleóptero trepador mentiroso,

enojado y débil, ¡que tiemblas mundo!

Líneas despedazadas en voz lumbar,

en un cuarto habitante deseo del invierno,

acurrucado, frágil,

aprendiendo a fabricar lágrimas,

la hora de una tarde de un día

palabras desconformes que a nadie conforman.

.

.         .

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Lluria arávida

sieste que dora la sídula, lluria arávida.

Hien dado, lástima, hidoria alado.

Ride tu voz quiedra

lluvia arávida.

.

.         .

 .

Váis de síes encarnados

la siempre sístole armada.



Ven

Voy

Óxido torpe.

Fiera de día, lastre derrota.

Tu fiel voz dispara

ariado disidente

que al fin tu luz sucia

quedó la batiente herida.

Dispara, cuan al fin dado

cuando incide rotura

sopor triste inunda.

.

.         .

.

Mi memoria es un post it pegado a la estantería de mi habitación.

Afortunado día, caprichoso, único,

se escribe con bruma y sin querer diciéndo líneas,

diciéndo humo.

Así de esta manera y de otras varias,

sin fin hasta el final, cuando allí,

no, allí no, sino cuando entonces,

llama que excita el oxígeno de un día en la mitad de los días.

Soy intrauterino, luminoso, piedra gris, conejo,

estrépito, cabalgar, murmullo, triste tigre que se aleja.

Sistema parásito y digo mundo,

digo extrañeza que desde ayer siento como todos los ayeres:

alguien que toca la vida y sabe hablar del sueño y de las

realidades las las las

y que sintiendo se siente "se"

se siente conmovido en su postura de frágil y acrobático descenso de fluidez a borbotones, sonidos que emigran, pájaros de incomprensible vuelo, sin razón alguna intermitentes son las razones, el para nada de esta página que es un entrecot,

o bien podría serlo.

Para nada.



Musgo alado, manos insulsas que palpan tierra sin materia,

humus desprovisto de ojos.

Sin mí, sólo un inmenso cerco lluvioso.

Piel, raro estómago arrodillado, parche sin memoria.

Murmullo un dolor se extiende

-escuchando tu escucha-

la de mi mano

-conmigo-

que aprieta mi cabeza

que apuñala al puñal,

dentro,

es voz de un nervio que se sabe olvidado.